Pedro Sánchez no evitó referencias veladas al clima político en España en su discurso ante la Asamblea General de la ONU en la noche del miércoles (madrugada del jueves en España), en el que alertó de que «una ola extremista y reaccionaria crece por todo el mundo».
Esa ola la describió como un fenómeno global, pero no dejó escapar de lanzar un dardo evidente en clave nacional. «Queda mucho camino por recorrer y muchas batallas por librar para alcanzar la plena igualdad», dijo desde el podio de mármol verde en la sede en Nueva York de la organización internacional. «Ninguna más acuciante que la erradicación definitiva de la violencia machista, cuya existencia algunos se atreven a cuestionar contra toda lógica», una puya lanzada contra Vox poco antes de que el partido Santiago Abascal aparezca como uno de los apoyos del intento de investidura -con probabilidad, infructuoso- de Alberto Núñez Feijóo, el líder del Partido Popular.
En este punto, Sánchez aprovechó para tratar un asunto que ha copado las portadas en todo el mundo: el beso de Luis Rubiales a Jennifer Hermoso tras la consecución del Mundial de fútbol femenino, que provocó la dimisión del presidente de la Real Federación Española de Fútbol y una crisis en este deporte que todavía no se ha cerrado. «España ha dicho ‘Se acabó’», celebró el presidente del Gobierno. «Se acabó con todas las consecuencias. Porque cada vez que avanza una mujer, avanzamos todos».
Sánchez defendió que el feminismo es el «antídoto contra el extremismo reaccionario», en un momento en el que el presidente del Gobierno en funciones negocia con partidos que es difícil calificar como moderados -Junts per Catalunya del fugado Carles Puigdemont o la extrema izquierda ‘abertzale’ de Bildu- su propia investidura.
Con una amnistía encima de la mesa de la negociación con Puigdemont -Sánchez ha estado muy lejos de descartarlo estos días en Nueva York-, con un encaje muy cuestionable en la Constitución, el jefe del Ejecutivo defendió también que «hemos visto crecer la amenaza que se cierne contra la democracia en muchos lugares del mundo» y que «España siempre será un socio comprometido para avanzar en el fortalecimiento de la democracia».
El clima político global -incluidos los guiños a España- fue una de las tres encrucijadas con las que Sánchez articuló su discurso en el gran cónclave anual de las relaciones internacionales. Antes, habló de la encrucijada de la «emergencia climática», algo para lo que se requiere «valentía y determinación» y una «revolución tecnológica y económica sin parangón, posible únicamente desde un apoyo social masivo, decidido y global». También dijo que se requiere «inteligencia para desbordar al principal aliado de la inacción climática: el negacionismo».
La tercera encrucijada de la que habló Sánchez es la del multilateralismo, que sale en crisis después de una Asamblea General de la ONU con grandes ausencias -los presidentes de China, Rusia, Francia y Reino Unido, cuatro de los cinco países con veto en el Consejo de Seguridad, no se presentaron-, con un creciente peso de grupos como el G-7, G-20 o los BRICS y el bloqueo de los órganos de la ONU ante agresiones a la integridad territorial y soberanía de miembros como la invasión de Ucrania por parte de Rusia.
El presidente del Gobierno insistió en su condena a esta agresión y en la exigencia de una paz «justa y duradera», que «restaure la soberanía, independencia e integridad territorial de Ucrania».
También defendió la reforma y mejora del sistema de financiación de las agencias de la ONU y lamentó la lentitud en la adopción de la agenda 2030 y en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que consideró un «fracaso moralmente inaceptable».
En los asuntos tradicionales de la política exterior española, Sánchez no ofreció ninguna novedad en la postura de España sobre el Sáhara Occidental, tras la modificación del año pasado a favor de la posición que defiende Marruecos. Sobre Gibraltar, al que los representantes españoles siempre mencionan en sus discursos, el líder socialista mencionó su confianza en que «lo antes posible» se llegue a un acuerdo entre la Unión Europea y Reino Unido sobre la colonia británica. Ese acuerdo deberá ser respetuoso con la doctrina de Naciones Unidas sobre este territorio y «con la posición de mi país respecto a la soberanía y la jurisdicción en relación con el mismo».
Sánchez defendió en varios momentos de su discurso que hay que pasar «de la palabra a la acción». Algo que también le servirá para cuando regrese este jueves a España y empiece a sentar las líneas, muy polémicas por las cesiones a los separatistas, de los acuerdos para su investidura.