Hay que reconocer que como periodista tienes el privilegio de descubrir y visitar muchos lugares. Hay sitios que te quitan el sentido (que pronto has de recuperar), otros que te enamoran (sentimiento intenso pero con caducidad) y algunos, los menos, que te roban el corazón. Podría decir que entre esos pocos está A Quinta da Auga Relais&Châteaux, pero el alcance es superior: es un lugar con el que se comparte el alma.
En Santiago de Compostela, a los pies del río Sar, en una finca de diez hectáreas con un colorido jardín de flores y árboles autóctonos, se erige este lugar único que se percibe incluso antes de cruzar la puerta. Al traspasarla, te atrapa con su magia, con sus estancias únicas repletas de objetos de decoración, de cuidadas habitaciones –cada una diferente–, de alfombras coloridas, de muebles y retratos que cuentan historias… Pero, sobre todo, te cautiva la amabilidad y la cercanía de un equipo (especial mención a María, Araceli y Jorge) que te hace sentir (no como), sino en casa. Un lugar que funciona con el motor del desbordante entusiasmo de una madre y una hija, las Luisas, que teniendo en cuenta la magia que allí se genera… «haberlas, haylas».
ADN sostenible
Una magia que comenzó el día en que la arquitecta Luisa García (hoy con 74 años) y su marido, José Ramón Lorenzo (hoy con 80), decidieron rehabilitar una antigua fábrica de papel del siglo XVIII para convertirla en un eco hotel y «devolverle una nueva oportunidad de vivir». Una apuesta por hacer bien las cosas respetando el entorno que les llevó a luchar contra viento y marea durante seis duros años. Implantaron un sistema pionero a nivel hotelero en España: microgeneración de electricidad y agua caliente para abastecer la demanda eléctrica del hotel. «Con ello reducimos la energía que utilizamos en un 40%. Además, tenemos un sistema de geotermia y calefacción y refrigeración por suelo radiante, gracias a pozos a 150 metros de profundidad y bombas de calor», explica Luisa.
Cuenta, respetando la estructura arquitectónica del edificio, con paneles fotovoltaicos en el tejado. A todo ello hay que sumar el ahorro energético que consigue el aislamiento que proporcionan los antiguos y gruesos muros de piedra y el cuidadoso aislamiento de pisos y techos que Luisa va explicando al tiempo que revisa con atención que cada detalle esté en su sitio. Mientras enseña las robustas contraventanas de madera de castaño local explica que la gran cantidad con las que cuenta el edificio, y de manera simétrica, es la herencia de lo que fue: generaban un sistema natural de ventilación para secar el papel.
Cada uno de los rincones destila un sabor único, fruto de una decoración cuidada y del mimo que su hija Luisa Lorenzo, directora del hotel, pone cada día para que cada cliente descubra un lugar donde nada cambia pero todo se transforma.
Comida de Km0 y respetuosa
Su restaurante, Filigrana, no podía ser menos, y con sello Slow Food acredita su trabajo con producto local del Km0. Al mando del chef Federico Lopez apuesta por el producto local de temporada y respeta las vedas de reproducción. También participa en iniciativas internacionales de Relais&Chateâux como The Ocean´s World Day y el Food for Change, eventos que inculcan valores de conservación y respeto del medio ambiente desde el panorama gastronómico. Además, en el camino hacia la autosuficiencia de productos propios, ha plantado un huerto que ya da sus frutos y, en breve, prevé instalar paneles para obtener su propia miel.
Me faltan líneas para seguir hablando de su hospital de flores, de su spa, sus tratamientos naturales, su piscina, su ruta por el Santiago más secreto o por las playas más naturales, su taller de flores con Rosalía, el de meditación con Daniel, las charlas con Luisa o desvelar cuál será su inminente mascota. Así que nada mejor que acercarse a descubrirlo y vivir una experiencia tan personal como intransferible.